El gallo sin cabeza

Despues de decapitado el pollo el granjero se ocupó de algún asunto y al volver descubrió que su gallo Mike se dirigía al gallinero por si mismo gorjeando patéticamente por su esófago abierto. Decidió dar una oportunidad a semejante prodigio y, al día siguiente, el gallo seguía vivo.
A partir de entonces el tal Lloyd alimentó a Mike con una pipeta por el orificio de su cuello y lo exhibió por ferias durante dieciocho meses. El pollo paseaba y el granjero mostraba su cabeza cercenada en un frasco de formol. Se sacó un buen fajo hasta que el “pollo sin cabeza” murió atragantado por un grano de maíz.