Trazán de la vida real
"Había oído hablar de monos capaces de engendrar seres que parecían personas, pero nunca creí semejantes historias. Cuando reparé en John no daba crédito a mis ojos. Hasta miré a ver si tenía cola, la verdad".
Mammy recordaba todavía la historia de los Ssabunnya cuando una mañana chocó casi con el niño perdido. Había ido con otras mujeres a buscar leña a un claro de la selva próximo a Kabonge. Un grupo de monos vervet, que se comen las cosechas al menor descuido y hasta entran en la aldea a robar comida, no dejaba de molestarles. Mammy cogió un palo del suelo y los ahuyentó a bandazos. Acostumbrados a los hombres, los monos se resistían a marcharse.
"De repente vi que trataban de proteger a uno del grupo. Me acerqué y le di con el palo. Cuando cayó al suelo no podía creerlo, Era un niño y estaba sucio, lleno de heridas y costras y con el cabello y las uñas muy largas". Aturdida, Mammy le llevó de vuelta al poblado. Sin poder hablar, gateando y seguramente más confuso que nunca, John salió de la selva para siempre sin pompa alguna.
Ahora que está a punto de cumplir 15 años cree que convivió con los monos alrededor de un año. Nadie puede saber cuánto tiempo estuvo allí dentro, pero su aventura tiene un valor inmenso para los estudiosos que le han conocido. Como ya sabía hablar antes de perderse en la selva, es el único niño salvaje de la historia capaz de contar lo sucedido a su manera.
"Mis padres se peleaban constantemente y él la mató. Por eso me fui a la jungla. Creí que papá me pegaría o me mataría luego a mí. (John Ssabunnya padre acabaría suicidándose). En la selva estuve solo hasta que vi a los monos. Se me acercaron y me dieron bananas. Comí lo mismo que ellos, pero no había agua".
Intimidado por las visitas de los expertos y tal vez también por las cámaras de televisión, John habla despacio de su insólito pasado. Recuerda cosas propias de un niño de cinco años, la edad que tenía al perderse, como por ejemplo: "Al principio no podía correr como los monos, pero luego ya sí". O bien: "Jugábamos todo el tiempo", un pensamiento rotundo que ha ocupado el lugar del hambre, el frío o incluso el miedo que también sentía.
fuente: www.elpais.com